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Las organizaciones acabarán siendo (casi) todas ágiles, quizá sin ni siquiera saberlo

Estos días se ha celebrado en Barcelona el Congreso Agile Spain, que este año celebra su décimo aniversario. Se ha hablado de agilidad, un mindset orientado a crear y entregar valor con rapidez y de manera interactiva, enfocándose al cliente y la persona usuaria del producto o servicio. Además de un marco fundamentado en una serie de principios, agile es también un conjunto de prácticas que les dan concreción, en gran medida surgidas de los entornos de la industria de la automoción, y del desarrollo de software. 

 

Al CAS 2019 se ha evidenciado que los marcos ágiles han extendido mucho más allá de los nichos de donde surgieron:  

– Hay representación de múltiples sectores empresariales (finanzas, legal, market plazas, farmacéuticas, telecomunicaciones, consultoría, enseñanza …) y de perfiles profesionales muy diversos (recursos humanos, marketing, operaciones, facility, TIC …). 

– A pesar de que no hay paridad, sí se ve mucha presencia femenina. 

– Se habla de prácticas ágiles en entornos TIC, pero el programa va mucho más allá: liderazgos ágiles, organizaciones «sanas», herramientas de comunicación no violenta, Objetivos de Desarrollo Sostenible, disrupción digital, capitalismo consciente, BCorp, gamificación, recursos para dar feedback, organizaciones no jerárquicas, y mucho más.  

 

Se habla, sobre todo, de cómo ser ágiles, en lugar de aplicar herramientas ágiles. Algunas de las empresas que han ido más lejos en la aplicación de modelos de gestión ágil, han apostado por estructuras prácticamente horizontales con nuevos modelos de liderazgo no jerárquico; para la transformación de los roles de mando intermedio; para generar dentro de la organización espacios donde todo el mundo se sienta libre y seguro para opinar, aportar e innova; o bien, aplicando de forma radical el principio de transparencia, para compartir toda la información que tradicionalmente queda en el ámbito de la dirección con los equipos, con lo que ello conlleva en términos de mayor responsabilidad de todos en la toma de decisiones empresariales. 

 

Adoptado en algunos casos como una moda, los expertos nos dicen que la agilidad acabará siendo un modelo mainstream de gestión de las organizaciones. Que seremos ágiles sin ni siquiera saberlo. Es evidente que hay empresas que la aplican por ser las primeras en sacar al mercado nuevas versiones de un videojuego que lo único que pretende es tener a las personas más tiempo al día en línea (¡y eso lo llaman satisfacer una necesidad del cliente!), o simplemente quieren mejorar el resultado y los beneficios. Pero muchas otras van más allá. Han entendido que esta es la vía para generar entornos de trabajo más ricos, que les permitan retener talento, innovar y perdurar en un contexto de economía del conocimiento donde las recetas tayloristas ya no sirven, y que requiere de estructuras y procesos de trabajo basados ​​en la colaboración, la autonomía, la confianza, 

 

Emma Rué