La eficacia del apoyo a la creación de empresas

Tradicionalmente se ha dividido el proceso de creación de una empresa en cuatro fases diferentes: gestación, análisis, puesta en marcha y consolidación. Por su parte, y siguiendo este esquema, los programas públicos de apoyo se han centrado en sensibilizar para favorecer la gestación de nuevas ideas empresariales, asesorar planes de empresa para mejorar y garantizar el análisis, facilitar la puesta en marcha con ayudas financieras, y acompañar los primeros años para reducir la mortalidad y mejorar la consolidación. En general, se ha seguido la máxima: “un objetivo, un instrumento”.

Por otro lado, situaciones tan dispares como son la puesta en marcha de una nueva iniciativa de trabajo autónomo para desarrollar una actividad profesional de cuello azul con respecto al lanzamiento de una start-up con modelo de negocio disruptivo, parecen requerir mecanismos de apoyo diferentes puesto que el tipo de dificultades que afrontan son claramente diferentes. En este sentido a la lógica “fase del proceso de creación” se ha añadido la lógica “tipo de empresa”, con lo que la tipología de medidas de apoyo se ha ampliado notablemente.

Pese a existir datos para poder evaluar la eficacia de las actuaciones realizadas, seguimos sin contar con un paradigma conceptual suficientemente sólido que nos ratifique de manera clara y precisa esta manera de proceder e indique los instrumentos y medidas que generan mayor impacto. Estaría bien avanzar en este camino y poder contar pronto con este tipo de información.

 

Jaume Amill