EL IMPACTO DEL COVID-19 EN LA IMPLEMENTACIÓN DE LA AGENDA 2030 Y LOS ODS

La actual crisis sanitaria global debido a la pandemia del coronavirus ha impactado en la vida de millones de personas, originando la peor recesión económica de los últimos 75 años. En este contexto, en el inicio de esta nueva década que comenzó siendo la de la puesta en marcha de acciones en pos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el confinamiento y sus consecuencias están marcando un punto de inflexión para la Agenda 2030, como ya ha advertido la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Algunos efectos pueden ser positivos, como la reducción del tráfico y la mejora de la calidad del aire resultantes de la minoración de algunas actividades humanas durante la cuarentena. Ello puede contribuir a reducir los efectos del cambio climático (ODS 13), aunque quizás de forma temporal si todo vuelve a la “normalidad” sin una reflexión que se traduzca en la aplicación de medidas.

Sin embargo, es casi seguro que el COVID-19 afectará negativamente el avance de varios ODS. Por ejemplo:

  • En la mejora de la salud y el bienestar (ODS 3), pues aunque llegue el momento en el que la pandemia esté controlada, este nuevo virus seguirá siendo peligroso para una parte importante de la población y las últimas informaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntan a una estancia prolongada del virus en nuestras vidas (de 18 meses a 5 años).
  • En el mayor acceso a una educación de calidad (ODS 4), dado que las medidas de enseñanza online están afectando especialmente a los niños y a las niñas de los colectivos más vulnerables, que carecen de estos recursos. Además, la falta de protocolos al respecto ha dado lugar a una improvisación sistemática que deberá evitarse mediante la adecuada adaptación de los currículos a la nueva metodología que imperará, al menos, durante el próximo curso escolar.
  • En la igualdad de género (ODS 5), ya que las mujeres se encuentran en mayor proporción en la primera línea de defensa (en medicina y sobre todo en enfermería, el género femenino es predominante); sus ingresos suelen depender en mayor medida de la economía sumergida (normalmente como empleadas del hogar); y, quedan expuestas a una mayor posibilidad de violencia doméstica durante los periodos de cuarentena.
  • En la generación de trabajo decente (ODS 8), debido al impacto económico por la paralización de la mayoría de las actividades comerciales durante el confinamiento, a la consecuente pérdida de puestos de trabajo y a la degradación del tejido empresarial, que prolongará la recuperación económica, dificultando la reducción de la pobreza (ODS 1) y de las desigualdades (ODS 10).

En el lado positivo, la contingencia actual, que ha obligado a millones de personas a permanecer en confinamiento modificando drásticamente sus actividades, traerá consigo espacios para innovar en el funcionamiento de las ciudades: fomento del teletrabajo; proliferación de servicios en línea (enseñanza, ejercicio, ocio…); intensificación de la logística para el reparto a domicilio, tanto de bienes como de alimentos; diversificación de los usos del suelo; reducción del tráfico motorizado privado; etc. Así, la ciudad, paradigma de las comunidades sociales humanas, debería regresar, si bien no a una normalidad, sí a una nueva realidad más saludable, próspera, competitiva, eficiente e inclusiva (ODS 11).

Parece evidente que hoy es prioritario que se destinen mayores recursos a detener la pandemia, pero es crítico que esta respuesta no esté desvinculada de las metas que representan los ODS con las que 193 naciones están comprometidas durante los próximos 10 años. Esta crisis representa una oportunidad para responder a la emergencia destinando recursos y planificando el futuro para transformar el actual modelo económico y social e impulsar el logro de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus 169 metas para el año 2030.

No cabe duda de que el coronavirus ha puesto de manifiesto que no puede haber economía sostenible sin una protección social y sanitaria universal, y que las crisis medioambientales y de biodiversidad afectan directamente al desarrollo sostenible y a la economía mundial. En este sentido, la recuperación tiene que ser diferente, centrada en la sostenibilidad ambiental y social, que conduzca a una economía baja en carbono, resiliente a los efectos del cambio climático y que, como el propio lema de la Agenda 2030 indica, “no deje a nadie atrás”. Para ello es especialmente necesario trabajar en uno de sus pilares: las alianzas entre todos los actores económicos, públicos y la ciudadanía de todo el mundo (ODS 17).

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Javier Lara

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