Días atrás tuve ocasión de participar en una jornada de debate sobre agencias de desarrollo local organizada por la cátedra de Economía Regional y Urbana de la Universidad Rovira i Virgili en el campus de Terres de l’Ebre y quisiera compartir con vosotros alguna de las reflexiones que aporté. De hecho, lo que hice fue deconstruir el concepto.

Las agencias son una solución organizativa creada en el ámbito de la gestión pública para huir del modelo burocrático y acercar la gestión a resultados. Lo que caracteriza las agencias (de desarrollo, o de lo que sean) es que son unidades organizativas que tienen un mandato concreto, estructurado alrededor de un contrato programa de tres años, con autonomía de gestión y que son evaluadas por resultados.

La palabra desarrollo es tanto poliédrica que puede abarcar muchos ámbitos de trabajo. En España, en general, nos hemos centrado con el que tiene que ver con «empleo», con «competitividad empresarial y emprendimiento» y con «promoción del territorio» (turismo incluido).

Finalmente, la palabra «local» nos remite a una unidad territorial que no siempre expresa exactamente lo mismo. De hecho, desde el punto de vista de la efectividad de las acciones, posiblemente cada ámbito de trabajo requiera una unidad territorial diferente. Pero teniendo en cuenta que sin una masa crítica mínima, la acción es claramente ineficiente y de un impacto sustancialmente mejorable.

Dicho todo esto, ante la creación o transformación de cualquier agencia de desarrollo local creo que sería necesario dar a la agencia su sentido organizativo original, que centre sus actividades en función de las necesidades y prioridades del territorio, y que éste (el territorio) tenga un alcance y masa crítica suficiente que permita operar de manera eficaz y obteniendo resultados a un coste razonable.

Jaume Amill

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